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Nuestros comienzos...

La Casa del Señor en Viña del Mar, comienza a fines de los años ‘90, cuando los pastores fundadores de la iglesia, José Tomás Gutiérrez y Paulina Rodríguez, sienten el llamado de Dios de alcanzar la ciudad, enviando los primeros grupos de misioneros desde Santiago a evangelizar, comenzando el verano del año 1999.

 

En Abril del 2001, misioneros viajan para levantar la obra en la ciudad junto a Jorge M. Cruz (Profesor de Inglés),

partiendo en el balneario de Reñaca, donde se realiza

la primera reunión oficial de la incipiente iglesia. 

 

Tres años después, Jorge M. Cruz  y su familia son enviados como misioneros a la ciudad.

 

A mediados del 2005, comienzan las reuniones en el pasaje Cousiño, en pleno centro de la ciudad, la cual se abre gracias al fiel apoyo de la iglesia de Santiago.

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La fidelidad de Dios

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La fidelidad de Dios, se ha demostrado levantando obreros comprometidos con la visión de alcanzar la ciudad y la región. 

 

En los años se ha realizado una amplia labor de evangelísmo tanto en universidades a través de charlas valóricas, también a través de los Plantíos (grupos en casa) que buscan alcanzar los barrios de la ciudad, presentaciones en espacios públicos y condominios a través de  obras de teatro para niños, y presentaciones musicales con el mensaje de La Palabra.

Desde el año 2017 el matrimonio de  Hernán Ahumada y Marisol Riquelme han continuado la labor pastoral . 
Actualmente,  por situación contingente se realizan prédicas, reflexiones diarias, estudios  bíblicos y  cursos para mujeres Vía Streaming.
   

En Qué Creemos...

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Supremacía de las Sagradas Escrituras por encima de toda tradición religiosa o eclesiástica. La Biblia es la única palabra inspirada por Dios, inerrante e infalible;única fuente de doctrina y autoridad.

 

La existencia eterna del único Dios verdadero en tres personas : Padre, Hijo y Espíritu Santo, iguales en poder, honor, gloria y autoridad. Sólo a Dios adoramos, sólo a El damos toda la alabanza, la gloria y el honor, sólo a El rendimos culto, y sólo a El nos dirigimos en oración.

La Suprema Majestad de Jesucristo. El es Verdadero Dios y Verdadero Hombre, quien murió en sacrificio por el pecado. El fue crucificado en lugar, en representación y a beneficio de todos los pecadores. El es el único Salvador que quita el pecado del mundo y exclusivo camino para llegar a Dios Padre.

 

La completa depravación del ser humano. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, con un alma inmortal, y que por causa de su pecado, vino a estar totalmente separado de Dios. El hombre no puede, por sí mismo, restaurar su comunión con Dios. Requiere de Jesucristo para el perdón de sus pecados.

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La absoluta necesidad de la conversión como condición indispensable para el discipulado cristiano: es un encuentro directo y personal con Dios, el cual es efectuado por la iniciativa de Dios mismo. La salvación es un don de la gracia de Dios que se recibe por medio de la fe en Jesucristo y requiere un genuino arrepentimiento de parte del pecador. Dios justifica al hombre sólo por los méritos de Jesucristo. Creemos que somos declarados justos sólo por la fe en Cristo, sin ningún mérito de nuestra parte. Se expresa por medio del nuevo nacimiento. El creyente recibe la vida de Jesucristo que le da una nueva mente y un nuevo corazón respecto a Dios (amor) y el pecado (aborrecimiento).

 

El sacerdocio universal de todos los creyentes. Todo creyente que ha nacido de nuevo tiene acceso directo a Dios Padre por medio de Jesucristo y él mismo es templo del Espíritu Santo. Somos real sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

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La vitalidad de la Iglesia. Creemos en la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, formada por todos los que sinceramente creen en Jesucristo como único y suficiente Señor y Salvador. Participar de la iglesia local a la que Dios nos ha unido es fundamental para crecer en la fe y el conocimiento de Jesucristo (madurez espiritual). Todo creyente debe ser un discípulo de Jesucristo. La verdadera Iglesia es la comunidad viva de creyentes que siguen a Jesucristo como sus discípulos.

 

La Soberanía del Espíritu Santo sobre la Iglesia, la cual se ejerce a través de la variedad de dones carismáticos, ministerios y operaciones. El bautismo del Espíritu Santo como fuente de poder para dar testimonio y proclamar el Evangelio como lo hacía la iglesia primitiva.

 

La prioridad del evangelismo como tarea de todos los creyentes. Entendemos la proclamación del Evangelio como una expresión de la adoración a Dios.

 

La esperanza bienaventurada de la Iglesia. Jesucristo vendrá por segunda vez, en forma visible (corporal), a juzgar a los vivos y a los muertos y a establecer el reino de Dios sobre esta tierra. Antes él llamará a su iglesia a ascender con él a los cielos para recibir recompensa por su fidelidad al Evangelio.

 

El destino eterno del hombre. Creemos que los creyentes en Jesucristo tendrán vida eterna en el cielo, y que los no creyentes irán a la condenación eterna en el infierno.

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